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La primera gran guerra mundial social (I) - El expansionismo geopolítico siempre está presente
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- Tom Luigers
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Los historiadores tienen la culpa. O al menos, el ego generacional de los historiadores al quitarle una palabra que explica todo este asunto. Esta cirugía de términos, hizo que surgiera una mala maña de separar un periodo del otro que a su vez hace imposible que comprendamos lo que nos ocurre, porque entorpece conocer en realidad nuestras historias. La Primera Guerra Mundial tiene su origen, para muchos, en Sarajevo, con el asesinato del archiduque y heredero de la corona del imperio austrohúngaro. Así de simplificado está un asunto que llevaba calentándose más de 200 años -si no más- y que era completa y totalmente inevitable.
Por eso no podemos saber lo que ocurre porque la mayoría de los historiadores fraccionaron sus historias, las seccionaron como si se tratase de un patólogo forense con los órganos de un cuerpo que ya carece de vida. Separaron las piernas del torso, los brazos de la cabeza y órganos internos cuando la historia no es sino un cuerpo completo en perpetuo movimiento. Y así para explicarnos lo ocurrido, nos cuentan lo que ocurrió con las piernas, el torso o las manos y no sobre lo ocurrido con el ser humano.
Por eso la historia nos parece cíclica, simplemente porque es continua y en esa continuidad se repiten una y otra vez los mismos sucesos, porque lo que importa es el objetivo de las naciones y su firmeza al conseguirlos.
El primer exabrupto fue quizás colocarle al nombre de la guerra la palabra: Mundial, lo que es un desplante a los países que no participaron. Fue en todo caso la primera guerra general de los imperios europeos y sus colonias. El austrohúngaro que estaba colapsando, con los intereses del imperio alemán y del otomano, contra los intereses del imperio ruso que financiaba el colapso interno de todos, junto al imperio británico que se veía amenazado junto a los franceses. ¿Qué fue mundial porque Australia envió hombres? Allí todos eran súbditos británicos y sus políticos todos habían nacido en Inglaterra. Fue entonces una guerra de los imperios europeos, por sus intereses económicos y geopolíticos, y algunos subalternos, como los imperios de Estados Unidos y Japón con regiones que procuraban para sus respectivos imperios.
Pero ¿cuál fue la palabra que quitaron los historiadores modernos? Pues nada menos que el adjetivo que explicaba lo que ocurrió. El apocope de “Grande” que precedía al sustantivo “Guerra”. Nuestros bisabuelos, como la vivieron, la llamaron “La Gran Guerra” para discriminarla de todos los episodios anteriores de guerras. De acuerdo al Instituto Geológico de los Estados Unidos, todos los días ocurren 55 terremotos y esto ocurre desde hace 20 mil años1, pero hay una enorme diferencia entre un terremoto y un gran terremoto, como lo hay en decir que hemos conocido a una mujer o a una gran mujer. Y eso fue lo que ocurrió cuando quitaron el término “Gran Guerra” simplificándolo por el de Primera Guerra y reduciéndolo aún más al asesinato de un archiduque. Es ese concepto de “Grande” el que más importa, porque quienes lo colocaron sabían la historia previa de las siete guerras de coalición contra Alemania, las guerras de Prusia contra Francia y Austria o las varias coaliciones contra el imperio otomano, así como la gigantesca reconstrucción geopolítica mundial. Simplificándolo todo, como el patólogo con los brazos y piernas, no podríamos llegar a la conclusión a la que llegaron nuestros abuelos.
Que un archiduque en Sarajevo sirviera como excusa a la Rusia imperial para invadir, es lo mismo que digamos hoy que es una buena excusa la desnazificación de Ucrania. Pero eso no tenía absolutamente nada que ver con el avance del imperio japonés o sus invasiones y guerras sobre Taiwán, Corea y China, como tampoco los intereses de los imperios para repartirse el planeta. No lo comprenderíamos jamás lo ocurrido posteriormente, sin el avance imperial de Estados Unidos sobre México y los territorios españoles y lo que Japón consideraba como suyo. Para no pocos historiadores, el “expansionismo japonés” fue la causa del ataque de Pearl Harbor, pero nadie habla del expansionismo estadounidense cuando prácticamente invadieron la isla de Hawái a partir de 1838, construyeron una base militar a partir de 1975 y se la anexaron en 1898. Por eso la interpretación más lógica es que se trataba de un expansionismo mutuo, que tarde o temprano derivaría en una guerra de intereses económicos y casi sin lugar a dudas, en una guerra por el control geopolítico.
Por lo tanto, lo ocurrido no fue sino la continuación de esa georeconstrucción planetaria a la que llamaron, con toda razón, Gran Guerra, cuando todos los intereses, de todos los imperios chocaron entre sí. Pero continuaron simplificando, al sostener que Alemania la perdió, cuando la verdad es que nunca se rindió.
El famoso Tratado de Versalles entró en vigor -por medio de un armisticio- en 1920 y al año siguiente el ejército alemán fundó las bases secretas de todo el plan de rearme masivo alemán en los siguientes cinco años, mientras asesinaba a todos los que delataban el plan. ¿Qué por qué lo hicieron? Porque no se había detenido el imperialismo geopolítico ni sus intereses. Una cosa era una rendición y otra muy distinta estar vencidos. Los ingleses habían ocupado Colonia, mientras Francia y Bélgica invadieron el Ruhr en Alemania, y para colmo de males los comunistas, alentados por Rusia la incendiaban por dentro o, en otras palabras, habían arrodillado a un imperio y el resto, querían sus territorios y recursos.
Mientras esto ocurría el imperio otomano estaba igualmente amenazado y Japón necesitaba expandirse contra los intereses del imperialismo británico y estadounidense, así que no tenían otro remedio que matar muriendo.