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EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ - ¿Una Central de Inteligencia Corporativa?
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- Luis Rivases
Cuando Neil Sthepenson escribía sobre el Metaverso, el mundo era bastante más simple. Todos sabían quién era el enemigo y las corporaciones eran vistas también con esa simplicidad de torres gigantescas llenas de hombres con trajes que dominaban al planeta. Las cien primeras compañías en la revista “Fortune” representaban cerca del 25% del Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense y estaban representadas principalmente por las empresas del petróleo y químicos, los constructores de coches y el resto dividido entre farmacéuticas, tabacaleras, comida y sí, empresas duales de tecnología para la guerra.
El mundo era lo que veía en la televisión, los periódicos y el cine. Y los miles de millones de dólares se gastaban principalmente en promocionar alcohol, cigarrillos, coches y productos farmacéuticos. Mientras que en el cine y las películas se reflejaba una sociedad en la que constantemente se apelaba a la vileza corporativa, porque se asociaba con el vicio y los intereses supuestamente mezquinos de las transnacionales.
Era tan simple que en 1993 menos de la mitad de los estadounidenses tenían una tarjeta ATM, solo un tercio de los hogares tenía una computadora y un doce por ciento disponía de modem. Apple daba sus primeros pasos y no existía Google, ni mucho menos las redes sociales. Las pocas compañías de tecnología, propias de la tercera Revolución Industrial como IBM o Hewlett Packard, se dedicaban a los grandes sistemas computarizados y en el caso de la segunda, sólo el 38% de sus ingresos eran por concepto de venta de computadores y calculadoras.
Pero muchas cosas han cambiado. De acuerdo a la encuestadora Gallup, las grandes farmacéuticas y las petroleras continúan siendo tan mal vistas como en el pasado y la única ventaja es que, en los Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania, se consume un 30% per cápita de los cigarrillos que consumían nuestros abuelos, por lo que su impacto corporativo es mínimo al estar cada día más aislados. Pero la realidad es que en 2020 ya no tienen la importancia que poseían en los tiempos de los abuelos.
Hoy las compañías más respetadas y apreciadas son las de comida, seguidas de las de computación y esto es importante porque las quince mayores compañías de tecnología de los Estados Unidos poseen una capitalización de mercado de nueve trillones de dólares en 2022, tienen en su conjunto una economía más grande que Japón y Alemania juntas. Son tan grandes que, si las unimos a los cinco gigantes de las comunicaciones, apenas veinte compañías poseen una economía equivalente a la de Inglaterra, Alemania, Francia y Rusia sumadas. Si en 1992 las cien primeras compañías representaban el 25% de la economía estadounidense, apenas veinte compañías de tecnología, comida y retail representan ese mismo porcentaje en 2020.
Por lo tanto el mundo ha cambiado radicalmente por el surgimiento de las grandes gigantes que son percibidas de manera completamente distinta y porque en especial, interactuamos diariamente con estas pues vivimos buena parte de nuestras horas con estas compañías. Es cierto que alrededor del 72% de los adultos estadounidenses dicen que las empresas de redes sociales tienen demasiado poder e influencia en la política actual, como cierto es también que más de la mitad de los estadounidenses sostienen que deberían quitarles regulaciones o no deberían regularlas más o de lo que están hoy y es en esta contradicción en cómo se puede entender la cultura de la información 4.0.
¿Por qué? Porque para que funcione el Metaverso son necesarios cuatro aspectos personales mezclados de esa cultura 4.0. En principio nuestro profundo interés por la información de los demás, nuestro ego en busca de la popularidad en el “Nuevo Mundo”, la posibilidad de vivir una nueva vida sin barreras de edad o físico y el último aspecto, es que podemos ganarnos la vida de una forma distinta a la de nuestra aburrida vida. Por lo tanto, somos parte de la compañía y también en parte estamos comprometidos con las nuevas corporaciones. Sin estas, no hay mundo nuevo y posible y ya nos interesa esa nueva vida tanto o más como la anterior. Como advertía Stephenson nos convertimos en corresponsales de la inteligencia corporativa y no necesitamos a la CIA, si podemos conocer en profundidad a las personas y en breve tendremos su vida en nuestras manos.
La CIA será un juego de niños, si todo se encuentra registrado en unos y ceros y ese todo, absolutamente todo pasará por la Central Corporativa de Inteligencia. De allí que esté desatada esa Tercera Guerra Mundial para situarse exactamente en el lugar de poder, que permita repartirse al planeta como en 1945.
Pero esta vez la repartición se realizará entre corporaciones de información dentro de los países.